Más de 53.000 almas.

Sí, habéis leído bien. 53.000 personas. Cincuenta y tres mil. Eso son más habitantes que Twin Peaks (Population, 51201 ). Literalmente, tomando las calles de Barcelona. Una locura. Señoras con sus perritos, familias enteras, abuelos corriendo con sus nietos. Jóvenes, adultos, parejas, amigos....Impresionante.

Desde que empecé a correr he ido a un buen número de carreras. Maratón de Madrid, de Lisboa, medias maratones, carreras de 10 km...En madrid éramos 13.000 personas, según la organización, y aquello me parecía un mundo de corredores. Por supuesto, las carreras son diferentes.

Esta de Barcelona, la hice muy tranquilamente, sin buscar marca, simplemente disfrutando de la gente, del paisaje, de la magnífica compañía, de las sensaciones, del sol, de la sombra, de los pequeños tragos de agua, de los comentarios, de los aplausos....Del momento.

En uno de esos libros que tengo en mi biblioteca, libros técnicos sobre la maratón, el autor , un tipo que ha sido campeón olímpico y lo ha conseguido casi todo en lo que a este deporte se refiere, comentaba que su mejor maratón, en el que mejor se lo pasó, el que le hizo disfrutar más, su preferido, fue aquel que hizo acompañando a su padre, y que le llevó más de 5 horas terminar. Con buena compañía, se llega a casi cualquier parte. Y es algo que ahora puedo constatar. Ahora lo se.

Tal y como hablábamos ayer, no se trata de cruzar la meta (que tiene su encanto, su "misión cumplida" intrínseco que todos buscamos y deseamos), si no del camino. Esa felicidad que está en el camino se me apareció como nunca durante la hora larga que me llevó culminar esa experiencia.

Entrenar está muy bien. Conseguir objetivos está muy bien.

Comprobar que , a tu lado, a tu alrededor, todo el mundo está disfrutando ...no tiene precio.