Saboreando un Albariño y un poquito de pulpo ayer, en buena compañía , por supuesto, me contaba un viejo amigo, no de esos que vienen y van, si no de los que están y seguirán desde tiempos reomotos, que había tenido una mala experiencia con un grupo de esos, vamos a llamarles, amigos ocasionales, o amigos que aparecen en la vida, pero no son los de siempre, no son , digamos, los de "oro", si no más bien de "plata o bronce".

Estos dos amigos con lo que saboreé ayer el placer de la buena compañía, la inmejorable charla y la deliciosa comida pertenecen a esa rara especie de la que uno puede afirmar que lo ha compartido casi todo. O todo. No lo sé. Como buenos amigos desde tiempos remotos, hay lagunas en nuestros recuerdos, propiciadas por aquellas increibles Queimadas que nos hacíamos en las Islas Cíes durante nuestra adolescencia. Joder, qué bien se estaba en las Cíes, en aquella playa, tumbado, mirando hacia la Vía Lactea, arropado por un viejo radiocassete en el que sonaba Pink Floyd.

Estoy convencido de que esos momentos, esas conversaciones, esas experiencias, esos instantes, hacen de nosotros, en gran medida, lo que somos. Como decía Robin Williams en El club de los poetas muertos, los conocimientos están bien, las matemáticas, la ciencia....pero la amistad, el amor...eso es lo que nos hace únicos y diferentes. Y "eso", de esa manera, solamente se forja con esos amigos, en esa época, en esos escenarios.

Ayer me di cuenta de muchas cosas, más de las que podría escribir aquí, pero básicamente todo se reduce a una. Tengo pocos amigos, pero tengo amigos de verdad. Y hoy me siento especialmente feliz por ello.