Siempre es culpa del otro.
Esta frase o razonamiento parece ser el grito de guerra interior de un elevado número de mortales , o al menos tengo esa sensación después de llevar muchos años trabajando de cara al público. Si algo va mal, nunca es por "no haber leído las instrucciones" o "porque tenía prisa y quise hacerlo precipitadamente". No. La culpa siempre va a ser del "operario" por "no haberme atendido como yo quería que lo hiciese".
La prisa.
Todo el mundo tiene prisa, o bueno, casi todo el mundo. Prisa por ser atendido, prisa por que llegue el autobús, prisa por que el semáforo cambie a verde, prisa por que no te pongas en su camino, no interrumpas su objetivo, no chafes las expectativas que se han ido forjando durante las horas anteriores, y que de repente se ven truncadas por un imprevisto....
Comienzo a sospechar, y me da miedo escribirlo, que se trata de una cuestión de inteligencia, si valoramos como tal la capacidad del ser humano para enfrentarse a problemas nuevos o imprevistos y superarlos o buscar alternativas.
Y eso me lleva a un razonamiento terrible. Todos los días nos cruzamos, inexorablemente, con aquellos que no quieren pensar. Su visión de la existencia no difiere demasiado, y lo sé, es lamentable escribirlo, que la del asno que sigue a la zanahoria colgada frente a sus ojos. Las cosas deberían ser como yo quiero que sean, como yo veo el mundo, no cómo el mundo es, o cómo es mejor para la mayoría. No. Yo lo quiero así. Y si no es así, es porque alguna conspiración judeo-masónica ha alterado la existencia para hacérmelo más y más difícil.
Quizás todo sea un mero truco de la existencia para recordarnos que hay que saborear esos buenos instantes y momentos que supone encontrarse con alguien amable, medianamente inteligente, que se mueve con tranquilidad, que no hace del insulto y del cabreo su día a día. Un truco de la realidad que nos recuerda que no todo el mundo es así, y que es necesario reconocer a aquellos que usan un poquito la cabeza para algo más que embestir al contrario.
Aunque hay días en los que parece que , precisamente esos que describo en el párrafo anterior, parecen haberse quedado en la cama.
Por suerte, la misma existencia me dice que hay que pelear todos los días para ser uno de ellos. Cada minuto que lo consiga, es una pequeña victoria sobre mí y sobre aquellos que hacen de la bilis su día a día.
Y pienso seguir peleando para hacerlo un poquito mejor todos los días.
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