Hay que ver como se ha puesto el Sr. Carod Rovira, de nombre Josep Lluis, con la coñita del "no me llamo José". Lo peor de todo era verle el gesto agriado, porque, al fin y al cabo, en lo de aprenderse el nombre, tampoco andaba muy desencaminado. Dice la verdad cuando afirma que no nos cuesta nada aprendernos complicadísimos apellidos en inglés, rumano o búlgaro común, y un simple Josep LLuis al chavalín aquel (al que por cierto se lo notaban los aires, esa camisita a rayas, ese pelo engominado, solo le faltaba el jersey a los hombros) parecía costarle Dios, cielo y ayuda.
Pero no deja de ser también cierto que no son formas de ir por la vida. Hay que tomarse las cosas de otra manera. Seguramente fué cosa de la luna, en cuarto creciente, camino de luna llena, pero el caso es que el Josep estaba como....algo agriado. Sí, enfadadillo....digamos que se tomaba las cosas por el lado tremendo. Y , quizás por eso, le cayó ligeramente antipático a un buen número de la audiencia.
Tuve una compañera de trabajo hace años que me decía que ella solamente tenía que ser "comercial" con el público, no con sus compañeros. Bueno, como resultado, no conozco ni un solo compañero en toda la empresa que la aprecie demasiado. Y conozco a un buen número de clientes que tampoco la tienen en mucha gracia. Estas cosas ocurren porque hay quien se cree que no es necesario un poquito de brillo en la mirada, un pelín de gracia y, sobre todo, algo de buen humor para salir a la calle todos los días.
Y así le va al Josep, que mira tú por donde, ha quedado como "el bajito cabreado", en vez de tomarse las cosas con gracia, salero, sonrisa, incluso con algún chascarrillo catalán (me consta que eso existe), y todo el mundo hablaría hoy de él con otro tono y otro "acento".
Don Josep, que después pasa lo que pasa...Tanto acritud solo puede traer como futuro próximo, digamos, para el 2012, algo tan poco deseable como....una úlcera.
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