Nunca me cansaré de decir que la mayor fuente de inspiración para estas pequeñas anotaciones son esos pocos minutos que paso casi todas las mañanas saboreando un café cerca del trabajo. Desde columnas o editoriales en el periódico hasta conversaciones con o entre clientes del lugar, del barrio, disfrutando también de su café mañanero.
Hace un par de días, sin embargo, lo que llamó mi atención fue un pequeño grupo de adolescentes, dos chicos y dos chicas, de poco más de dieciocho, que charlaban animadamente en una de las mesas. Eran amigos. Resultaba más que evidente. Y eran, también resultaba bastante evidente, algo muy alejado de lo que me encuentro todos los días en la oficina, en esa misma cafetería o en cualquier otro lado. Dicho de otra manera, aunque adolescentes, no eran lo que se suele conocer como "carne de Gran Hermano". Casi podía verlos en clase, formando el típico grupo de estudio, o quedando en casa de alguno de ellos para ver...no sé...quizás una peli de Kubrick, o montarse un ciclo de cine británico, por decir algo. Los dos chicos, delgados y menudos, ambos con gafas, ellas también menudas, ninguno de los cuatro nada "estridentes", ni en su indumentaria, ni en su tono, ni en sus modales. Cuatro amigos charlando tranquilamente en un país en el que la gente habla a gritos en la calle, en el barrio o en pleno cine.
Y, lo mejor de todo, la guinda final, estaban hablando sobre adopciones. Vertebravan diferentes puntos de vista, sobre la conveniencia o no de dar ese paso, sobre las posibles connotaciones o secuelas que tendría para el niño en el futuro...Yo, sinceramente, casi no me lo podía creer. Eran gente normal, hablando sobre algo normal, experimentando con el futuro, disertando...En resumen, estaba viendo y escuchando algo que debería antojárseme como normal...y sin embargo no podía dejar de asombrarme. Quizás, porque cuando yo tenía 18 años, con mis amigos, hacíamos algo parecido...pero cada vez me encuentro menos con algo así.
Desde mi ventana, muchas noches de verano, sobre todo en fin de semana, me suelen despertar los gritos de alguien que se ha pasado siete copas. O esa moto a toda leche atronando en la noche, ese coche derrapando, alguien rompiendo papeleras a puñetazos. No podía ver a ninguno de aquellos cuatro muchachos en una de esas noches. Incluso si algún día se pegaran la juerga padre, no era capaz de verlos asi.
Ojalá no me hubiera sorprendido tanto....algo tan normal.