Tengo que reconocer, mal que me pese, que tengo esto del blog algo abandonadillo. Pero sigo aquí, que conste, no me he rendido ni lo haré, al menos hasta que considere que este proyecto, esta pequeña "base de datos " de anotaciones personales no tenga más que decir.
El otro día, me encontré con algo más que interesante en la cola del banco. Había varias personas en la fila, esperando pacientemente. Observar a la gente en el banco es algo realmente aleccionador y, porqué no, sorprendente. Por regla general, salvo en contadas ocasiones, todo el mundo asume que tiene que esperar en el médico, en el supermercado o en la panadería, pero al mismo tiempo, toda esa gente cree que en el banco no tiene por qué ser así. Por alguna extraña razón que se me escapa, la cola del banco debe ir "más rápido" que las otras, incluso aunque los empleados se estén esforzando en su trabajo. Quizás se deba al hecho de que mucha gente se siente incómoda en un banco...pero aún así siguen yendo allí todos los días a hacer cosas tan simples como sacar 50 euros. Lo sé, lo sé...ya lo decía David Lynch...vivimos en un mundo extraño.
Pues así la cosa, y recapitulando, varias personas en la cola, esperando pacientemente, y una de ellas se dirige al actualizador de libretas, al poco vuelve, y sin querer (o queriendo, me da lo mismo, no es relevante) se sitúa una persona por delante de su turno. La persona a la que "se saltó", sin dudarlo, suelta un..."vaya morro". La otra señora se vuelve, toda colorada, y se disculpa, se disculpa varias veces, y otra señora , de repente, se une, en un claro efecto dominó, para añadir que si, que vaya morro que tenía...A nadie se le ocurrió, por mucho que la ruborizada mujer insistió varias veces, creerla cuando afirmaba que no se había dado cuente, que lo lamentaba, que ella no era así y que en absoluto pretendía colarse.
Sinceramente, fue un espectáculo bochornoso. Avergonzante. Denigrante hasta cierto punto. Y lo que más me molestó de todo aquel espectáculo fue comprobar que...prácticamente a nadie en aquel banco se le ocurría la posibilidad de que realmente aquella señora no lo hubiese hecho con mala intención.
Una pena.