A los quince años, Sandra conoció a Jota. Él era el chico más guapo, más simpático y, porqué no decirlo, más "malo" de toda la clase. Los otros chicos simplemente le imitaban. Las otras chicas revoloteaban a su alrededor, sus colegas le reían las gracias. Jota tenía moto, vestía de cuero, su peinado era perfecto, su caminar era seguro, todo en él le recordaba al resto del mundo lo que era. El mejor. El que mandaba, el que controlaba. No es que fuera especialmente listo ni tuviera demasiadas luces, pero tenía un talento natural para que los demás le admiraran y le siguieran.
Sandra se sentía una más en clase. Era guapa, y muy inteligente, y tenía muchas amigas. Pero todo eso no importaba. Cuando veía a Jota, se volvía literalmente loca. Hacía todo tipo de tonterías, y claro, terminaron conectando. Empezaron a salir juntos. Para Sandra, fue su primer amor, y el único. Y para Jota...bueno, para Jota ,Sandra era la chica más guapa de clase y la quería mucho y todo lo demás. Podía presumir de ella ante sus amigos, ante las otras chicas, ante el mundo. Sí, Jota también estaba enamorado, aunque nunca creyó que estuviera enamorado de la misma manera que Sandra. Por eso...bueno, siguió viendo a alguna de sus otras amigas. El instituto era el instituto. Había que aprovecharlo. Según decían sus amigos...son años que no vuelven.
Durante aquellos años de instituto fueron "la pareja". Ella, siempre radiante, abrazada a su espalda, en la moto, llegando y abandonando juntos el instituto. Él, "dirigiendo el cotarro". Para Sandra, fué el primer hombre con el que hizo el amor, y así lo vería durante el resto de su vida. Con él se fumó su primer cigarrillo, con él tembló por primera vez, con el lloró y rió como nunca antes ni después. Cuando aquellos años, los mejores de su vida, terminaron, Sandra estudió Económicas y Jota...Jota nunca había sacado demasiadas buenas notas. Así que su padre le encontró un trabajo en el Taller de Coches de la esquina.
Allí fué donde Jota descubrió que lo de ser "el mas guay" se había terminado. Pasó de ser el Rey a ser un currito más. Incluso uno de los menos. El "nuevo". Poco a poco, el carácter se le empezó a agriar. Con unas copas de más le pidió a Sandra que se casasen.Todos sus amigos lo habían hecho ya o estaban a punto de hacerlo. Básicamente, era lo que había que hacer. Tuvieron una ceremonia pequeña, porque tampoco se podían permitir nada excesivo, pero a Sandra no le importó demasiado. Aunque había comenzado a notar como a Jota se le iba agriando el carácter, imaginó que todo eso se arreglaría con el matrimonio, la vida en pareja, los hijos cuando llegaran...
El día en que Sandra se quedó embarazada Jota salió a celebrarlo con sus compañeros de taller. Terminaron yéndose de putas y Jota apenas recordó al día siguiente nada de lo ocurrido. No quiso darle demasiada importancia ni pensó demasiado en ello. Era algo que había ocurrido y punto. Por supuesto, ni por asomo se le ocurrió contárselo a Sandra. Esas cosas quedaban entre los compañeros del Taller. Y todas las juergas que vinieron después también.
El día en que Sara nació fue el más feliz en la vida de Sandra. Bueno, casi. Jota estuvo ilocalizable hasta las 7 de la tarde, y para entonces Sara ya llevaba casi medio día en este planeta. Sandra no preguntó. De esta manera, aquel mismo día, aprendió, o descubrió, o asumió, que era mejor no hacer preguntas.
A medida que fueron pasando los años, Sandra vió como los cabellos de Jota iban esfumándose, como su barriga iba creciendo, sus manos se encallaban, sus ojos siempre aparecían vidriosos, sus conversaciones se volvían veladas...Sandra dejó durante un tiempo su trabajo de administrativa en una aseguradora, pero en cuanto pudo, al ir creciendo la pequeña Sara, volvió allí, gracias a la ayuda de sus padres, los abuelos de la niña. Cuando se encontraban con viejos compañeros de instituto, a ella la reconocían enseguida. Era Sandra...con unos años encima, pero Sandra al fin y al cabo. Mantenía el brillo en la mirada. Mantenía la vitalidad en la sonrisa y en el caminar. Pero casi todos se preguntaban quién era aquel tipo que la acompañaba...hasta que le reconocían.
Jota...bueno, Jota no pasa demasiado tiempo en casa. Nunca se ha dado demasiada cuenta de que su mujer se cuida todo lo que puede, procura que todos estén bien alimentados, pasea con la niña, se preocupa de su educación, de que estudie, de que se sienta feliz. Nunca se le ha pasado por la cabeza el hecho de que Sandra consigue que el domicilio familiar parezca un mundo maravilloso en el que cualquiera querría vivir, que aún le queda tiempo para cuidarse ella, para permanecer radiante, para comer algun día y no descuidar la amistad de sus amigas. Jota no se ha dado cuenta de eso, y nunca se dará cuenta, porque sigue en el instituto, siendo el jefe, o queriendo serlo, de aquella pandilla que ya no existe, y que ahora ha sustituido por sus compañeros de taller.
Pero esta mañana, Sandra ha conocido a un nuevo compañero en el trabajo. Un hombre extraño, que inspira confianza, que parece una buena persona, no especialmente atractivo, pero si...especial. Y, durante unos instantes, Sandra se ha olvidado de quién fue su primer amor, de quién es el hombre que ya ni la mira ni le habla, con el que se sintió feliz por primera vez, del que pensó una vez que era el amor de su vida.
Se ha olvidado porque ha visto a alguien que ha conseguido que le entren ganas de vivir.
Y eso es lo que piensa hacer.
Vivir.
El día en que Sandra se quedó embarazada Jota salió a celebrarlo con sus compañeros de taller. Terminaron yéndose de putas y Jota apenas recordó al día siguiente nada de lo ocurrido. No quiso darle demasiada importancia ni pensó demasiado en ello. Era algo que había ocurrido y punto. Por supuesto, ni por asomo se le ocurrió contárselo a Sandra. Esas cosas quedaban entre los compañeros del Taller. Y todas las juergas que vinieron después también.
El día en que Sara nació fue el más feliz en la vida de Sandra. Bueno, casi. Jota estuvo ilocalizable hasta las 7 de la tarde, y para entonces Sara ya llevaba casi medio día en este planeta. Sandra no preguntó. De esta manera, aquel mismo día, aprendió, o descubrió, o asumió, que era mejor no hacer preguntas.
A medida que fueron pasando los años, Sandra vió como los cabellos de Jota iban esfumándose, como su barriga iba creciendo, sus manos se encallaban, sus ojos siempre aparecían vidriosos, sus conversaciones se volvían veladas...Sandra dejó durante un tiempo su trabajo de administrativa en una aseguradora, pero en cuanto pudo, al ir creciendo la pequeña Sara, volvió allí, gracias a la ayuda de sus padres, los abuelos de la niña. Cuando se encontraban con viejos compañeros de instituto, a ella la reconocían enseguida. Era Sandra...con unos años encima, pero Sandra al fin y al cabo. Mantenía el brillo en la mirada. Mantenía la vitalidad en la sonrisa y en el caminar. Pero casi todos se preguntaban quién era aquel tipo que la acompañaba...hasta que le reconocían.
Jota...bueno, Jota no pasa demasiado tiempo en casa. Nunca se ha dado demasiada cuenta de que su mujer se cuida todo lo que puede, procura que todos estén bien alimentados, pasea con la niña, se preocupa de su educación, de que estudie, de que se sienta feliz. Nunca se le ha pasado por la cabeza el hecho de que Sandra consigue que el domicilio familiar parezca un mundo maravilloso en el que cualquiera querría vivir, que aún le queda tiempo para cuidarse ella, para permanecer radiante, para comer algun día y no descuidar la amistad de sus amigas. Jota no se ha dado cuenta de eso, y nunca se dará cuenta, porque sigue en el instituto, siendo el jefe, o queriendo serlo, de aquella pandilla que ya no existe, y que ahora ha sustituido por sus compañeros de taller.
Pero esta mañana, Sandra ha conocido a un nuevo compañero en el trabajo. Un hombre extraño, que inspira confianza, que parece una buena persona, no especialmente atractivo, pero si...especial. Y, durante unos instantes, Sandra se ha olvidado de quién fue su primer amor, de quién es el hombre que ya ni la mira ni le habla, con el que se sintió feliz por primera vez, del que pensó una vez que era el amor de su vida.
Se ha olvidado porque ha visto a alguien que ha conseguido que le entren ganas de vivir.
Y eso es lo que piensa hacer.
Vivir.
Etiquetas: muy personal, relatos
Tan real que da lástima.