Siempre me he sentido especialmente fascinado por el paso del tiempo. Esas viejas fotos que uno, inesperadamente, se encuentra en alguna caja que ni sabía que existía, esas viejas películas que volvemos a ver y de repente nos cuentan una nueva historia...Hasta no hace demasiado, unos pocos años, veía el paso del tiempo como ese enemigo que te va carcomiendo por dentro, que te va robando olores, personas y cosas, para no volver. Siempre me ha fastidiado bastante empezar el día con la noticia de que tal o cual personaje medianamente o muy famoso ha pasado al otro barrio, básicamente porque de repente se me vienen a la memoria aquellos momentos que pasé viendo sus películas, escuchando sus canciones o leyendo sus libros.
Cuando eso ocurre, uno tiene la extraña sensación de que el tiempo va ganando terreno. Y eso jode.
Pero, últimamente, desde hace relativamente poco tiempo, he empezado a tener la sensación de que el tiempo no es más que un buen amigo, alguien que me va recordando que esos minutos no volverán, que ese día pasará y como ese no habrá otro. Y que quizás lo mejor que pueda hacer con él es aprovecharlo.
Y, sinceramente, me apetece ponerme manos a la obra.
Bueno, todo esto viene a cuento porque esta mañana, desayunando y navegando, me he encontrado con esta maravillosa (y a veces triste) página en la que la gente se dedica a recrear viejas fotografías de su infancia y adolescencia....varios años después.
El resultado impresiona, en ocasiones resulta dulce, entrañable y, porque no, en otras deja un regusto amargo, el sabor que da ver el paso del tiempo y los surcos que ha ido dejando sobre nuestras frentes, el brillo que se apaga o, que curioso, como pueda llegar a ser posible que esa sonrisa siga ahí después de décadas.
Disfrutad la página...y el tiempo.