Este año he volado por primera vez.
Ocurrió durante un entrenamiento, preparando la maratón de Barcelona. Durante unos instantes, unos breves segundos, mis pies se elevaron sobre el suelo. El horizonte se acercó un poquito más rápido de lo normal. Y me sentí libre.
Este año he conocido a una princesa. No es mía ni es de nadie, así que no puedo llamarla "mi princesa", aunque arda en deseos de hacerlo. He visto a mi princesa (perdón, no puedo controlar mi mente) patinando, y ha sido como verla volar, y sé de que estoy hablando, porque he volado, al menos este año.
También he volado en avión. Mucho. Y me gusta. Me gustan los aeropuertos. Toda esa gente corriendo con sus maletas, hablando por el teléfono móvil, apurados, o sonrientes. Llegando, partiendo. Y esas sonrisas al ver a la persona que espera, cuando las miradas se cruzan.
Me encanta la emoción del despegue, y quedarme dormido volando. O escuchando música. Volar y escuchar música es un lujo. Un placer. Y hacerlo mientras, a lo lejos, el sol se posa sobre todas esas nubes...Quizás se pueda pedir más, quizás se pueda pedir sentir la mano que te acompaña, la mano de la princesa que no es mi princesa.
Pero eso será el año próximo.
Seguro.